A lo mejor un suspiro –Alicia Monsalve– El tenedor se introduce en la tierna naturaleza de la clara de huevo. Al agitarse, se produce la alquimia. La sustancia que cobijaría al polluelo se convierte en una espuma densa, capaz de calmar el ímpetu de la niñez, aglutinarlo alrededor de una bandeja, crear un nuevo espacio sideral, una galaxia interior, una obra maestra y, por un momento, borrar todo rastro de inquietud. Afuera se escucha una risa, el rebote de una pelota, el rasgueo de la suela del zapato corriendo sobre la arena que a su vez roza contra el asfalto. Otra risa, el jadeo por la carrera. El golpe de la bola en el guante, de la bola en el bate, del pisa, corre, empuja, cae. Estamos jugando béisbol en la redoma de la casa. Es cualquier día, a cualquier hora, pero lo más probable es que fuese un sábado, una tarde de diciembre o agosto. La mezcla crece y va tomando consistencia. El azúcar y las gotitas de limón le quitan el olor a albúmina y el cuerpo gelatinoso se convi